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«El IPC subyacente está marcando una tendencia de fondo difícil de corregir».

El último dato de inflación adelantada de mayo es más preocupante de lo esperado, no tanto por la tasa general sino muy especialmente por la subyacente, ya a las puertas del 5%. La moderación del crecimiento de los precios energéticos y alimentarios no sólo no llega, sino que los precios se han acelerado al cierre de la última semana correspondiente al viernes 27 de mayo. El barril de crudo Brent sube en lo que llevamos de año un 45%, el gas natural de referencia en Europa (TTF) un 134%, mientras que el índice de materias primas alimentarias Bloomberg Agriculture sube un 27,8% y sólo el trigo un 50%, todos ellos precios en dólares.

Más allá de que se puedan producir episodios de crecimiento rápido de los precios de las materias primas y, con ello, encarecimientos sustanciales de los costes de producción de las empresas que vuelvan a dejar a la tasa de inflación al borde del 10%, lo más preocupante es observar cómo se está enquistando la inflación sin ni siquiera haber dado pasos aún mayores como la indexación de salarios al IPC u otras medidas que trasladen automáticamente el incremento de precios a rentas y, con eso, alimentar una espiral salarios-inflación. En este sentido, la inflación subyacente (con todas las limitaciones que este indicador tiene) está marcando una tendencia de fondo difícil de corregir con instrumentos nacionales, urgiendo a tomar medidas supranacionales.

En especial, se vuelve urgente una actuación antes de lo previsto por parte del Banco Central Europeo (BCE) para, primero, contener el mecanismo de transmisión de la inflación hacia toda la economía productiva y, después, actuar sobre el tipo de cambio real EUR/USD para reducir el coste de las importaciones.

La inflación es, aparte de siempre y en todo momento un fenómeno monetario, un proceso profundamente asimétrico. Afecta de una manera más intensa a las familias de renta media-baja cuyo patrón de consumo depende entre 3 y 6 puntos más de alimentos y bienes de primera necesidad, los cuales son el punto de arranque y continuadores del proceso inflacionista. Toda política que se base en la demanda, excepto la corrección de las bases, tipos y mínimos exentos de los impuestos tanto directos como indirectos, acaba retroalimentando el proceso inflacionista y perjudicando doblemente a los que menor capacidad económica tienen.

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Fuente: El Economista

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